Perfiles


Cuando se despertó seguía parapetado tras montañas de formularios llenos de datos personales. Otra vez se había quedado dormido en el trabajo. La empresa era muy exigente en el análisis de los perfiles de los candidatos y él era la persona con más talento (así se lo habían reconocido en más de una ocasión) para establecer su idoneidad. Una fotografía, una breve autodefinición y una pequeña reseña vital eran suficientes para él. Era capaz de completar la historia, el carácter, gustos y aficiones con detalles que escaparían a cualquiera que no pudiese ver más allá de lo esencial, de un nombre, de una forma de expresarse, de un dato a priori intrascendente. Podía ver rasgos de la personalidad ocultos incluso en el subconsciente de los propios candidatos. Fue así desde un principio. En muchas ocasiones los entrevistadores, pertenecientes al departamento de nivel superior, se habían sorprendido de la profundidad de sus apreciaciones que terminaban por coincidir plenamente con las evaluaciones finales que éstos hacían. Tantas veces sucedió esto que la alta gerencia de la empresa decidió prescindir de los entrevistadores. Se le exigió entonces mucha más responsabilidad, que sus informes fueran más extensos y detallados. Se le exigió no fallar. Empezó a trabajar entonces con una meticulosidad aún mayor, precisando mucho más en el lenguaje y en la psicología oculta de los nombres y los trazos. Profundizó en sus conocimientos de grafología y consiguió elegir con gran precisión a los mejores candidatos para los funciones requeridas. Desarrollaba extensos perfiles que recorrían no sólo momentos fundamentales de la historia de cada candidato, sino que se adentraba en hipotéticas situaciones futuras. Cómo reaccionarían ante una determinada situación, ante un problema o hasta dónde podrían resistir la presión que cada una de las funciones llevaba aparejada. Cada perfil era una pequeño relato corto hecho a sucesiones de instantes, a imágenes descriptivas, detalladas, pero sin apartarse de lo conciso. Sin adornos sobreros.
La alta gerencia decidió suprimir el departamento de contratación y el de recursos humanos y encomendó a su mezcla de intuición, percepción y creatividad la gestión del personal de la empresa bajo el pomposo nombre de "Departamento de talento y capacidades personales". El departamento en cuestión nunca tuvo más integrante que él mismo y, como era de prever, el trabajo no hizo más que desbordarse sobre su mesa y sus horas. Para intentar paliar este exceso de carga laboral empezó a inventar perfiles de candidatos que se ajustasen a las nuevas exigencias de la alta gerencia, candidatos virtuales que eran capaces de adaptarse
a las estúpidas demandas que llenaban y alargaban cada vez más las  horas de creación ingente, un formulario con las previsiones del día, un seguimiento de las desviaciones sobre previsiones cada hora, un análisis diario de resultados, otro de costes sobre resultados, otro de costes de los análisis de seguimiento, de los cafés que gastaba el departamento, del tiempo consumido en cada café... Creó perfiles con historia aparente, fotografías de nacimiento, historias de adolescencia rebelde que se iba tornando adocenada y obediente con los años, con el matrimonio, con los hijos, con divorcios y nuevos hijos, con fotos de vacaciones, de risas, de casas con hipotecas, perfiles ideales para el sometimiento requerido que entusiasmaron a la dirección. Tanto que acabaron suprimiendo también a los candidatos reales para decantarse definitivamente por los perfiles de los candidatos virtuales, mucho más dóciles y maleables. Siempre reaccionaban bien, a tiempo y con un entusiasmo inusitado. Salían sonrientes de su jornada laboral que nunca les resultaba larga ni estresante, compartían luego copas y sonrisas familiares al llegar a casa. Todo era cuestión de imágenes y texto, algunos videos también. Un guión complejo, una madeja de relaciones que había aprendido a tejer como se tejen las telenovelas, con sus personajes principales y secundarios, los buenos, los malos (tenían que existir para que la alta gerencia se diese el gusto de despedirlos), una complejidad que, sin embargo, había de vestir una trama simple con apariencia de vida. Pero desde hacía unos días notaba que algunos perfiles se habían dotado de cierta autonomía. Había encontrado alguna imagen que no correspondía a la que él había colocado y algunos textos que hablaban de situaciones que no había previsto. Pensó que tal vez habría errado en la concepción del perfil en cuestión dotándole de algún embrión de rebeldía incontrolada, madurado en la cara oculta que todos los perfiles tienen -tal vez fuera obra de su subconsciencia-. Pensó también que tal vez lo mejor hubiese sido suprimirlos, un accidente inesperado, una jubilación anticipada... Puede que se confiara demasiado en su capacidad de controlarlo o puede que se decantara por ver si eran capaces de acabar tomando el control, de manera sutil. Primero sustituyendo a algún gerente, luego a otro, a otro, así hasta llegar a la liberación total. Pensando en esto y planificando los nuevos pasos se debió de quedar dormido y ahora no sabía ni que hora era. Al abrir del todo los ojos y asimilar la claridad de la luz artificial del despacho observó, contrariado, que donde tenía que hallarse una puerta, se había levantado un enorme panel blanco a modo de pared. Se acercó incrédulo. Palpó cada centímetro del nuevo e inesperado muro y comprobó su hermetismo. Al otro lado sólo se oían voces y risas que le eran familiares. Empezó a sentirse mal. Levantó las cortinas metálicas de la ventana buscando aire y luz naturales pero otro panel blanco había sustituido el amplio ventanal desde el que avistaba el mundo a lomos de la altura impresionante de su despacho. El mundo que ya le era ajeno y que desde hacía bastante tiempo era sólo una postal -podría serlo realmente-, un holograma cambiante a la luz de las horas que permanecía allí. Todas. La desesperación entraba a raudales por las rejillas del aire acondicionado. Se miró en uno de los espejos que había en una sala anexa a su despacho, allá donde en ocasiones se reunía con la alta gerencia. Sólo vio un texto debajo de una fotografía, gestos de aprobación y comentarios de ánimo.

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