Elegir

Hace unos días leímos, escuchamos o vimos o una combinación de estas acciones nos informó de la muerte de la vocalista Amy Winehouse (hay nombres y apellidos que actúan como una carga premonitoria). Desconozco la mayor parte de la no muy extensa discografía de esta chica a la que reconozco una voz prodigiosa en  un estilo musical que no es del todo de mi agrado. Esto es lo de menos. En cualquier caso, una voz que no podrá decir nada nuevo a lo ya dicho o cantado, tan sólo repetirse en los registros digitales donde hoy se almacenan nuestras vidas y nos eternizan levemente en este mundo cuando ya no estamos en él.
Lo que tienen los fallecimientos de celebridades más o menos mediáticas es que, sin querer, se salpican de relatos de vida reconstruida en unos minutos. Sabemos de su adicción a las drogas, de sus relaciones de pareja, de sus desintoxicaciones... Ficción de una vida de ficción. Del personaje que acaba superando a la persona y elige su final anunciado. Argumentos no faltarán para justificar su estilo de vida (la visible, vaya, la que quería enseñar y seguramente acabó por sobreponerse a la que no enseñaba). Problemas personales, dura infancia, debilidad, patologías diversas...  Hay situaciones que escapan a nuestro libre albedrío, pero la autodestrucción que provoca la adicción a las drogas sí que es de nuestra elección: elegir morir. Somos libres de hacerlo, pero se me antoja una acción cuanto menos injusta teniendo en cuenta que hay otras personas que tienen la voluntad de vivir y sin embargo no tienen elección posible, alternativa a su muerte anunciada.
Ando leyendo estos días Lágrimas en la lluvia en el que Rosa Montero nos traslada cien años al futuro de una forma tan coherente que asusta. Es una delicia propia de una gran escritora. En este futuro en que la tecnología permite el teletransporte (con alguna imperfección, eso sí), inteligencias artificiales que cobran vida, etc, podría encajar también una especie de mercado de intercambio de vida concedida. Es decir un espacio en el que fuera posible una dialéctica del tipo "ya que usted ha decidido matarse, desprenderse de su vida por el motivo que sea, le puedo cambiar mi cancer terminal, mi infarto de miocardio, mi enfermedad degenerativa por su tramo de vida concedida no usada y por tanto desperdiciada. Porque yo sí que quiero seguir disfrutando de un beso de mi pareja cada mañana, del cansancio que provoca la rutina vital, de las miradas, de ese libro que ahora no estoy seguro de poder acabar, de los sonidos de este bosque que no sé si mañana veré, de mi aliento..."
Pienso esto y enseguida me asalta el estupor de que este mercado libre sería rápidamente controlado por la especulación y el dinero, capitalismo esencial, y que posiblemente acabaría siendo un mercadeo de dinero y vida en que la salud acabaría siendo patrimonio de los que pudieran pagarla (más de lo que lo es ahora). No sé si es buena idea.




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