Impresión. Sol durmiente.
Impresión, sol naciente (Claude Monet) |
Hoy, como hace demasiados días, el lienzo se iba coloreando a pincel grueso con el óleo del desencanto, de la planicie del pensamiento, del letargo que adormece la luz del sol y nos sumerge en un sueño apenas esperanzador, un hivernar humano en el que nada pasa y vanamente todo se espera. Estaba disponiendo a modo de mar la balsa de lágrimas de una mujer que flirtea con una aguda depresión desde hace bastante tiempo, desde que la pobreza empezó a entrar por su puerta y por la ventana saltaron el amor, la autoestima, el respeto y un tiempo precioso que no ha de volver, desde que se instaló en el salón vacío de la soledad, rodeada de figurantes que tiempo atrás le fueron familiares, de deudas que fueron sueños, de largos silencios... "Lo cuento aquí porque en casa no puedo". Y esa frase arrasa el alma como un vendaval que la dejara al desnudo, porque ya no tiene vuelta atrás como seguramente tampoco la tiene su existencia insoportable. Personas como piedras (ni siquiera eso, porque las piedras sí que cumplen su función de existir como piedras). Incomunicación en la era de la (des)información.
En estos tonos grises estaba cuando una pareja de ancianos ha irrumpido en el habitáculo, escueta pecera humana, que la empresa me presta. Una vitalidad contagiosa, subyugante, noventa y dos años apenas apoyados por un leve bastón. Y sonrisas. Y caricias sobre pieles arrugadas que fueron tersas y suaves hace cincuenta y tantos años, cuando se empezaron a enamorar sin imaginar ni importarles que hoy estarían frente a mí transmitiendome el aliento de la posibilidad, de la esperanza... "Cuando lo has perdido todo, cuando has sufrido tanto, te das cuenta de lo cerca que tenemos la felicidad. Esta crisis es sólo de dinero, eso es lo de menos cuando hay paz". Lo dice una persona que se ha arrastrado por campos de concentración en la Europa de la segunda guerra mundial, hecho prisionero por uno y otro bando en la guerra civil. Otra caricia. Amor superviviente que con el alma vacía ha sabido apartar el odio y llenarla de optimismo. Este breve encuentro se ha convertido en la gran pincelada verde (de lejos se diría que es un bosque) que ha dado un resquicio de luz al paisaje durmiente que inunda el lienzo que compongo. Como un metal hipnótico y cautivador. Allí miro.
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