Está claro que la era del algoritmo no ha hecho más que empezar. Que
estamos ante los primeros resultados, ante los primeros yacimientos de
eso que llaman ya el petróleo de los nuevos tiempos que empiezan a ser presente. Oro líquido que todavía
está en estado de magma alimentado por cada una de nuestras pulsaciones
en el teclado, por nuestros recorridos dactilares en una pantalla, por
nuestras búsquedas, por nuestro tiempo de lectura, por nuestro
respirar... Datos y más datos que una legión de robots eficazmente
entrenados para separar, incansables, el grano de la paja se lanzan a la
lectura de las combinaciones alfanuméricas que componen esos datos,
esos textos... Algunos de esos robots se han entregado tanto a la lectura
que han tomado gusto propio y se han decantado por la poesía, tanto que alguno se ha empeñado en convertirse en poeta. Le pasó al programa informático con
el que trabaja desde hace 17 años el investigador de la Universidad
Complutense de Madrid, Pablo Ge…